sábado, 9 de mayo de 2015

Inmortalidad y Sabiduría

Para quien vive su vida plenamente, para quien ha aprendido a vivir, la muerte es un momento precioso, la cúspide de la vida, un momento clave en la realización interior.

En cambio, para quien vive sólo "por vivir", el solo pensamiento de la muerte genera un conflicto íntimo, miedo, depresión... o una apatía resignada en el mejor de los casos.

Ya lo dijo Calderón de la Barca: 
"¿quién hay que intente reinar 
viendo que ha de terminar 
en el sueño de la muerte...?" 

La muerte es un gran sueño para quien vive en el "sueño de la vida".  Calderón es más elocuente aún en su "Monólogo de Segismundo": 
"sueña el que a medrar empieza 
sueña el que afana y pretende 
sueña el que agravia y ofende
y en el mundo en conclusión 
todos sueñan lo que son 
aunque ninguno lo entiende".

Quizás pensemos que tenemos una buena vida: una buena esposa o esposo, hermosos hijos, un buen trabajo, una linda casa, viajes... es suficiente para algunos. Sin embargo deberíamos ser un poco más exigentes, aunque no estoy hablando de más hijos o una casa más grande... Tampoco estoy hablando de buscar "un sentido" a nuestra vida. La vida es algo demasiado fundamental para que tengamos que buscarle un sentido. La vida ya tiene un sentido. Entonces tenemos que buscar "el sentido" de la vida. 

Sería interesante trasladarnos aquí, con la imaginación, a nuestra primera infancia, cuando apenas podíamos caminar y aún nos orinábamos en los pañales. Tal vez podamos volver a sentir un "gusto", un "sabor psicológico" muy especial. Cuando éramos niños asumíamos la vida como un todo, sin principio ni fin.

Y quizás podamos recordar una tristeza muy particular… acaso todavía esté en nuestra memoria: cuando comenzamos a percibir que no éramos inmortales, cuando descubrimos que íbamos a morir.

En realidad no es que hasta ese momento hayamos sido tontos o ignorantes. Es que la idea de la muerte esta apoyada en la presencia del "ego"… la idea de la muerte surgió en nuestra primera infancia, cuando la personalidad comenzó a manifestar el ego. En algún momento empezamos a "vivir por vivir", a "vivir la vida" como solemos decir, con pasiones, ansiedades, preocupaciones, temores... Lentamente, sin darnos cuenta, apoyados en nuestros deseos y apegos, dejamos de ser inmortales.

No estoy hablando del cuerpo, está claro; muchos niños pequeños mueren diariamente en el mundo y aún antes de nacer. Estoy hablando de la esencia inmortal, esa que conocía y manejaba nuestra vida, esa que no necesitaba "buscar un significado" porque conocía el "por qué", el "para qué" y el "cómo".

Nuestra personalidad, apoyada en el ego (en su carácter múltiple) empezó a "vivir por vivir". Jugamos, lloramos mucho, fuimos a la escuela, estudiamos, trabajamos... nos casamos, viajamos, nos divorciamos, nos ascendieron...

Quizás algún día nos preguntamos: ¿para qué hago todo esto? Es un feliz día en que la autorreflexión nos indica el camino de regreso, porque, por más que lo ocultemos con distracciones, sabemos que vamos a morir… y no sabemos para qué estamos viviendo.

Aquí es el momento en que deberíamos comenzar a vivir focalizados en la muerte. Si así lo hacemos, comenzaremos el retorno a la esencia de nuestra vida. Cuando aprendemos a morir en nuestros defectos, en nuestros deseos y apegos, reconquistamos la esencia inmortal, regresamos a aquellos momentos en que éramos libres, puros, auténticos, conscientes, inmortales… 

"Morir para vivir", de eso se trata, eliminado todo aquello que nos hace ignorantes, débiles, tristes, iracundos, miedosos, pasionales, etc., en definitiva eso que llamamos habitualmente "ego".

Buscamos eso que no es permanente, lo que caduca, lo comprendemos y lo eliminamos. Entonces sólo queda aquello que vive, la vida misma, eso que sentíamos cuando éramos niños pequeños, mientras apenas gateábamos en el piso de nuestra casa...

Pero además, de esta manera, cuando volvemos a ser libres, somos también sabios. Cada vez que nos conocemos dentro de un pequeño ego, cada vez que logramos liberarnos de uno de esos enanitos de Gulliver, conocemos un poco más de la vida. ¿No es maravilloso? La vida, que no nos necesita, que "es" más allá que estemos o no, nos da sin embargo una oportunidad: la oportunidad de ser sabios. ¡Inmortales... y ahora sabios!

La muerte física deja entonces de ser un conflicto psicológico. La muerte psicológica, la eliminación de nuestros infelices egos, hace “revivir” a nuestra esencia inmortal.

La sabiduría nos enseña entonces que la muerte física es el merecido regreso a casa. Para el hombre común y corriente, en cambio, es sólo una tribulación en el inacabable ciclo de la existencia...

Embid A.Maciel

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